¿HAS PERDIDO TUS DETALLES?

"Cuánto. Más allá del dinero"

Breve reflexión filosófica entorno a este cortometraje financiado por el Banco Santander,

Este corto nos muestra una distopía muy bien construida, que al mismo modo que lo hace Black Mirror, nos muestra cómo las tecnologías, en vez de ser un medio para ayudarnos, pueden pasar a ser un medio para la destrucción del hombre. En el caso de la protagonista, Lucía, la tecnología ha destruido completamente su modo de vida, porque ha desintegrado su propio ser.

La historia comienza con una especie de prólogo que nos traslada al pasado, gracias al juego de la técnica de extracción de recuerdos, y nos aclara que la protagonista va a sufrir una degradación personal que contrasta con sus valores, repudiados y dejados a un lado. Como vemos en el tema 6, un vicio es lo contrario a la virtud en cuanto a que es la repetición de acciones para adquirir un hábito, en este caso negativo. Y es el vicio lo que mueve la historia. Lucía tiene un vicio material, un vicio ligado a una forma de vivir opulenta, rodeada de lujos y de bienes materiales, tal y como se recalca al principio de la historia, cuando despierta y su asistenta le da un montón de compras y podemos ver la enormidad de su vivienda. Este vicio material se debe a un vencimiento de su voluntad, esa que antes de casarse se oponía a esa filosofía vital. Esa anulación de libertad de Lucía genera a su vez un problema mayor, el de la adicción. Una adicción conductual hacia un modo de vida opulento, que se transforma en un hábito compulsivo que anula su libertad. Y es que para sustentar ese modo de vida, como si de un “yonqui” se tratase, necesita mantener sus dosis, sus vestidos, joyas… Pero bien sabemos que el problema de un drogodependiente no sólo es el de deteriorarse por la influencia química de las drogas en su cuerpo, sino que realmente su gran problema es la adicción que siente hacia este efecto y los actos dañinos que la adicción le lleva a realizar.

Nuestra protagonista ha traicionado sus valores, pero realmente, más allá del dinero, hay un problema mayor: está vendiendo sus recuerdos, y por tanto, su vida. Vende su vida porque deja de pertenecerle a ella, pertenece a una empresa (que más tarde revenderá sus recuerdos a la propia Lucía en un intento de recuperar lo irrecuperable). Esta forma de venderse a uno mismo nos recuerda de cierta manera a la esclavización, a como nos vemos anulados y despersonalizados ante una fuerza mayor que nos oprime y coarta. De una forma original, la historia nos hace meternos en el cuerpo de un adicto, de un “yonqui” moderno, haciéndonos ver que por encima de lo material hay un nivel de realidad superior, mucho más valioso. Al final de la historia, sumida en un terrible sentimiento de culpa (por el que llora y se abraza a su marido), admite su gran error. Pese a esa reparación moral que vive, ya nunca volverá a ser dueña de su cuerpo (en forma de recuerdos) y tendrá que acudir a los bancos de recreación de recuerdos.

 

 

En esta utopía tecnológica los avances abren una disyuntiva nunca vista para el hombre, y es que este planteamiento hipotético del corto nos abre las puertas a una pregunta: ¿tú harías lo mismo? La historia se posiciona ante la negativa de ello, pero la propia amiga de Lucía nos hace ver que el vender recuerdos, de una manera racional y desprovista de riesgos, es una

nueva ventana para generar riquezas materiales. Es una nueva forma de vender nuestro cuerpo, que, si no exige demasiados riesgos, como cuando cedemos nuestros derechos de imágenes, aceptamos sin dudar.

Y esta distopía conecta directamente con nuestra realidad. ¿Hasta qué puntos somos libres en una sociedad sumida en la tecnología, donde cedemos gran cantidad de datos sin ser conscientes de ello o por la mera obligatoriedad de hacerlo para disfrutar de las tecnologías? Desde luego, estas nuevas ventanas están transformando la manera de entender la privacidad y la intimidad, reduciéndola a un campo casi teórico, ya que materialmente están siendo arrebatadas del hombre. Si queremos privacidad, es decir, el deseo de privar nuestros bienes a un agente externo, nos vemos privados a su vez de los beneficios que las tecnologías nos aportan. Tenemos que pagar un precio que vulnera lo más profundo de la dignidad del hombre, tal y como hace Lucía al privarse de sí misma.

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